La siguiente es una historia real. Una persona (a la que llamaremos X) llega a su casa y se dirige al centro de mesa del comedor, donde normalmente hay frutas aptas para el consumo humano. Esto es lo que ve:
Algunas de las naranjas están marcadas con una M mayúscula. No sabe qué hacer. Cree que son tóxicas. Naranjas «Mierda», o «Malditas», «Míseras», «Mortales». Decide no «Merendar», porque tiene «Miedo».
Cuando llega su pareja a casa (a la que llamaremos Y), ésta le dice que ha pintado una «M» con un rotulador sobre la piel de las naranjas para «comer», para diferenciarlas así de las naranjas para hacer zumo, ya que últimamente ha detectado que la persona X hace zumo a discreción con la primera naranja que pilla. ¿Pero por qué «M»? inquiere X. Si son para «Comer», deberías haber puesto una «C». No, dice Y, «M», es por «Mesa», naranjas de «Mesa». Aquí X ya se pasa un poco de listo y pregunta «¿por qué no has puesto una «Z» en todas las otras naranjas para indicar que eran para hacer zumo»? Y en este punto Y detecta un nivel excesivo de guasa y se acaba la conversación.
Y si X hubiera llegado a la mesa por el lado contrario y hubiera leído una «W» en lugar de una «M»…¿qué habría pensado? naranjas «Why?», «Waterloo», «Waterproof»…