Ayer me pasó algo ciertamente violento. A mi llegada a Barcelona, salí del AVE i tomé un taxi para ir a casa. Cuando el taxista me ayudó a subir mi maleta al coche, una de sus uñas, quizá un pelín larga, se paseó por mi mano.
Noté como su uña se paseaba por mi carne, rasgándola levemente. Os resalto la trayectoria.
No llegué a sangrar ni nada, el corte no fue profundo, pero la herida fue honda en el alma. Porque cuando una persona te araña, aunque sea sin querer, te retrotrae a un estado muy primitivo de tu ser. Te viola un poco la intimidad.